Susana Sánchez
Los derechos humanos son la parte más básica y al mismo tiempo más importante de cualquier ordenamiento jurídico nacional o internacional. Todos pretendemos creer lo que son pero, finalmente, muy pocos realmente comprenden lo que estos derechos conllevan, y casi ninguno los aplica en su día a día.
Asistir a las sesiones en relación con los derechos humanos en la empresa a finales del pasado mes de febrero, me permitió comprender con mayor profundidad lo que estos derechos pueden significar en el ámbito de la empresa. Tal y como expuse en la clausura de estas sesiones, en mi caso, y habiendo finalizado mis estudios de empresariales y derecho, los derechos humanos siempre se han encontrado en una especie de limbo, en medio de ninguna parte. Siempre he sabido lo que eran, pero jamás nadie me explicó su concreta aplicación.
Aprender que existen mecanismos tanto europeos como ajenos al funcionamiento de la UE para evitar estos abusos. Entender la problemática que existe a la hora de intentar dar justicia a los casos en los que se han producido graves abusos. Sorprenderme de como aquellos que han violado los derechos de cientos de personas parecen escabullirse entre la gran cantidad de normas que pueblan nuestro ordenamiento jurídico simplemente porque retrasar el proceso alegando la falta de competencia es tan sencillo… Darme cuenta de que muchas de las veces el castigo por vulnerar estos derechos es mucho más rentable que el coste que supone a estas empresas el cumplir su deber como ciudadanos del mundo.
Realmente existen mecanismos para evitar los abusos, tenemos organizaciones que día a día luchan por eliminar las desigualdades y proteger a aquellos que no son sino la parte débil de la relación entre empresa y trabajador. El problema, bajo mi punto de vista, son las personas. Las personas que anteponen el beneficio a la vida, la salud o la integridad física de los demás. Finalmente, de poco sirve que tengamos leyes, códigos, tratados, grandes promesas y organismos multinacionales que protejan a nuestros conciudadanos si las personas que nos rodean ni siquiera se preocupan por aquellos que están a su alrededor.
Vivo en Sudáfrica, el país con la constitución más democrática del mundo, en la nación del arco iris, en el lugar que ahora y siempre servirá como ejemplo de superación ante la comunidad internacional. Y solo aquí, he descubierto que las violaciones de derechos humanos no atienden a organismos o normas. El problema: el ser humano.
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