Dr. Xabier Ezeizabarrena
Profesor de Derecho Ambiental, UPV/EHU y Universidad de Deusto
Email: xabier@ezeizabarrena.eu
Durante el pasado 22 de octubre de 2015, de la mano de Globernance Instituto de Gobernanza Democrática con el Museo San Telmo y la Capitalidad Europea de la Cultura Donostia-San Sebastián 2016 y de su interesante serie desarrollada en Donostia, bajo el título European Dialogues, hemos tenido la aportación de Cristina Narbona sobre una cuestión candente en general y, en particular, ante la Cumbre del Clima que se celebra estos días en París. La presentación y moderación corrió a cargo de Xabier Caño, compañero y amigo del mundo jurídico y gran conocedor de los dilemas ambientales ante los que se enfrenta el planeta.
La intervención de Cristina Narbona ha dejado en nuestra retina y en el debate abierto cuestiones de interés y profundidad, desde una perspectiva técnica, ambiental, social y política.
Empezando por los riesgos ambientales, Narbona abordó hasta tres categorías de riesgos ambientales de gran complejidad y actualidad:
- Los riesgos de la contaminación en diferentes ámbitos, incluida la salud pública.
- Los riesgos derivados del agotamiento de los recursos naturales. Sobre este aspecto la cuestión energética es central.
- Los riesgos derivados de las interacciones de la naturaleza, también denominados “límites planetarios”, entre los que sobresale el cambio climático.
Estos datos contrastados y el propio debate abierto sobre la crisis económica, humanitaria, la sostenibilidad, el modelo energético o la imprescindible protección de los recursos naturales vuelven a demostrarnos las importantes limitaciones derivadas de nuestro modelo de desarrollo.
Lo anterior nos demuestra lo poco que importan las fronteras políticas que rodean las interacciones del medio ambiente, pues éste desborda nuestros límites territoriales y nos recuerda la ineficacia de nuestras variadas fórmulas de prevención sobre daños en la atmósfera, en el suelo, en las aguas o en los mares. La cuestión se dificulta más en estos medios, donde nuestro margen de actuación en lucha con los elementos deja bien clara la desigual pelea que el hombre se ha obstinado en emprender contra la naturaleza durante siglos.
La problemática no es nueva sin que hasta la fecha existan visos de solución a un problema que la crisis global tampoco ayuda a solucionar. Al contrario, seguimos sufriendo las consecuencias de los riesgos ambientales, sin que el sistema internacional sea capaz de manifestar reacción coercitiva alguna ante situaciones de estas características.
En el ámbito energético, por ejemplo, este modelo se suele justificar en las necesidades energéticas y económicas de cada Estado para justificar el incumplimiento de los compromisos internacionales. Con ello, subsiste una gran batalla política para dirimir los niveles de cumplimiento de la legalidad internacional, sobre lo cual hay quienes pretenden quedar exonerados gracias a los generosos límites de su soberanía, para huir de principios que supongan alguna injerencia en sus políticas energéticas.
Al mismo tiempo, los países en vías de desarrollo llevan años soportando el impacto de los riesgos ambientales en su biodiversidad, en sus actividades primarias y en sus economías en zonas dependientes de los sectores básicos, especialmente de la agricultura y la pesca. Su futuro lleva siglos ligada al impacto de un modelo que tiende a hipotecar el futuro de muchas sociedades. Frente a ello, subsisten a nuestro alrededor políticas energéticas y económicas coyunturales, de mero impulso al consumo como condiciones habituales de la reacción internacional ante la crisis.
En mi opinión, tanto Naciones Unidas como la Unión Europea debieran replantear sus difusas posiciones sobre la cuestión ambiental y energética. Es necesario que ambas instituciones se sobrepongan y pasen a ser instrumentos políticos activos. Esa debiera ser su contribución para que el Derecho y la Justicia de los bienes comunes se globalicen junto con los derechos fundamentales. Bien es cierto que para proteger el medio ambiente y los recursos que lo integran no basta con el Derecho. Sigue siendo necesaria una receta de compromiso de lo local a lo global para atajar los problemas desde su raíz y medir los resultados antes de la toma de decisiones globales.
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